En 1862, el químico parisino François Charbonnel se embarcó en una nueva aventura. Impulsado por su espíritu pionero y sus conocimientos científicos, Charbonnel abrió una pequeña tienda a orillas del Sena, repleta de su propia marca de materiales de impresión artística. Se había producido un espectacular renacimiento del grabado, provocado por la reciente llegada de la fotografía. Hasta entonces, las obras de arte se reproducían mediante el método de grabado. Sin embargo, los artistas empiezan a redescubrir los procedimientos litográficos. Necesitaban materiales especializados y las tierras, tintas y barnices recién creados por Charbonnel les estaban esperando.
Diseñados para el grabado calcográfico, el aguafuerte y la litografía, no tardaron en dar fama a artistas como Pissarro, Renoir, Degas, Manet, Lautrec y Signac. Pronto se extendió la reputación de los materiales Charbonnel. Hoy en día, Charbonnel es sinónimo de calidad inigualable.
Charbonnel siguió creando y desarrollando su empresa. Las fórmulas se mejoraban continuamente, teniendo en cuenta las opiniones de los artistas e incorporando los nuevos avances de la química. Se desarrollaron nuevos materiales para nuevas técnicas de reproducción. Situada en un barrio tradicionalmente artístico, cerca de la Escuela de Bellas Artes y del Louvre, la tienda Charbonnel se convirtió en un popular punto de encuentro para artistas. Picasso, Chagall, Dalí y Klee eran clientes asiduos y utilizaban los productos Charbonnel en su práctica.
En la década de 1930 surgió un nuevo proceso fotomecánico, la impresión offset. Sin embargo, las técnicas tradicionales de impresión litográfica siguieron siendo populares en el mundo de las bellas artes. La impresión artística siguió siendo la forma preferida de editar obras de arte originales y continúa ocupando una posición de alto estatus.
